En cualquier época del año, al sur del departamento del Meta, en los ríos Ariari, Lozada y Guayabero, y al oriente, en donde confluyen el Macacías, Yucao y Meta, se puede observar el delfín rosado o tonina (Inia geoffrensis), en su hábitat natural.
Hasta esos territorios han llegado diferentes investigadores y expediciones para recolectar información sobre la especie y ayudar a promover políticas que garanticen su protección. Pues la minería ilegal, las malas prácticas en la pesca, la caza indiscriminada y la deforestación, son unas de las razones para que en la actualidad la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, incluya al delfín rosado en su lista como especie en peligro de extinción.
El rastro de la tonina
Una de esas investigaciones se adelanta bajo el Plan de Manejo para la Conservación de las toninas en el Meta, formulado por Cormacarena y la Fundación Omacha, donde en abril de este año, por primera vez en el país, se realizó el marcaje satelital a un grupo de estos mamíferos en el río Guayabero, con el fin de registrar sus trayectos, necesidades de espacio y ecosistemas que frecuentan.
De acuerdo con Federico Mosquera, investigador de la Fundación Omacha y quien trabaja en el Programa para la Estimación Poblacional y Conservación de Delfines de Río de Suramérica, hasta ahora el rastreo hecho a sus movimientos en alrededor de 57 kilómetros, y a lo largo tres meses, ha arrojado que las toninas requieren de amplia extensión acuática, ecosistemas saludables, playas para aparearse y confluencia entre ríos principales y tributarios.
“Un jaguar, por ejemplo, necesita entre 70 y 100 kilómetros cuadrados para poder habitar. Esos datos los hemos logrado gracias a investigaciones con elementos de telemetría que se instalan en partes del cuerpo del animal; en el caso de los delfines, en la aleta. Hasta ahora podemos estimar que el delfín de río tiene un rango de hogar de 47 kilómetros cuadrados”, señaló Mosquera.
Para este biólogo con Maestría en Recursos Hidrobiológicos Continentales de la Universidad del Cauca y candidato a Doctor en Ciencias Biología de la Universidad Nacional de Colombia, la presencia de mercurio en altas concentraciones en las toninas, en zonas donde hay minería ilegal y deforestación, es una de las amenazas más latentes que ponen en peligro su vida.
“El delfín rosado es considerado el jaguar del agua, porque es un ‘depredador tope’ (ese animal que se depreda la mayoría de las especies en su hábitat). Al alimentarse de diferentes peces y al tener amplios requerimientos, hemos podido detectar que muchos de ellos están acumulando cantidades considerables de mercurio en sus tejidos que con el tiempo se vuelven importantes para comprometer su salud”, agregó.
Por su parte, Celso Torres Vega, poblador de Puerto Gaitán, dedicado al turismo fluvial a través del avistamiento de delfines rosados en el Manacacías desde hace más de nuevo años, señala que las malas prácticas que usan algunos pescadores para ejercer su actividad pueden aportar para la desaparición de esta especie, en poco tiempo.
“El problema no es la pesca. La amenaza real, son los artes de pesca inadecuados que se están implementando; como las redes extensas o de cristal, los trasmallos y las redes de monofilamento, que además están prohibidos por la normatividad colombiana y la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca, Aunap. Estamos generando escenarios en donde los animales se pueden enmallar y asfixiar”, advirtió Torres Vega.
Sin embargo, es consciente que su oficio y el que ejercen otros lancheros del municipio, también pone en peligro a la población de toninas, “sobre todo cuando el ecoturismo no se realiza de manera responsable. Algunos compañeros no tienen cuidado al llegar a ‘Las Bocas’, lugar en donde se unen los ríos Yucao, Meta y Manacacías. Los botes los aturden y además les hacen daño con las hélices”, comentó.
Reguladores en el ecosistema
Según Juan Sebastián Bohórquez, profesional del Grupo Bióticos del área de fauna silvestre de Cormacarena, en afluentes de la Orinoquía y Amazonía, se encuentran dos de los ocho delfines de río de los que se tienen registro hasta ahora. Uno es el tucuxi o delfín gris de río, que habita en fuentes hídricas del Amazonas. El otro, es el delfín rosado o tonina, que se avista entre ambas regiones y es considerado el más grande del mundo, en agua dulce.
“Los machos pueden alcanzar en su etapa de madurez hasta tres metros de longitud, mientras que las hembras llegan a medir un poco menos de dos metros. Pesan entre 185 y 355 libras cuando se encuentran desarrollados. Viven hasta 40 años y son animales de hábitos sociales, es normal verlos en grupos grandes conformados por 15 y hasta 20 individuos” Resaltó el profesional de la autoridad ambiental en el Meta.
El médico veterinario zootecnista y especialista en Gestión Ambiental Sostenible de la Universidad de los Llanos, agregó que esta especie se alimenta de peces como las pirañas, la cachama, el cangrejo de río, entre otras. “Este mamífero es valorado por ayudar a controlar la población de pirañas y otros peces que podrían llegar a ser una amenaza por causa de la sobrepoblación”, destacó.
“Lamentablemente, a largo de nuestro trabajo con la corporación nos hemos topado con casos como, pobladores que se aprovechan de la amabilidad de los delfines para sacarlos de su hábitat y tomarse fotos, hasta afectarlos. También hemos encontrado ejemplares muertos o heridos por disparos con arma de fuego, sobre todo en áreas del río Manacacías”, afirmó el profesional.
Nuevas amenazas
Los delfines rosados son considerados por los expertos, como los más amables de su especie en ríos, cuando están cerca de los humanos. Leiton Parra, pescador en la región y para quien es normal encontrarse en su camino con estos cetáceos, coincide con ese calificativo, “uno escucha a las comunidades indígenas de por aquí, decir que estos animales han salvado personas a punto de ahogarse, llevándolas hacia las playas”, aseguró.
Entre tanto, la Fundación Omacha, desde 1995 adelanta investigaciones sobre la estimación población de las toninas en ese territorio. Hasta ahora en el río Meta, por ejemplo, se reporta una población de menos de 500 delfines, que se encuentra también afectada por las consecuencias del cambio climático que ha sufrido ese afluente, reflejadas en sus bajos niveles en diferentes zonas, como en la confluencia con el río Casanare.
Investigadores de esta misma organización, como Federico Mosquera, advierten que en los próximos 20 años la temperatura en la Orinoquía aumentará en 1.5 grados, trayendo consigo implicaciones en los ecosistemas que le tributan a los afluentes principales de la región. Situación que no solo pondría en mayor riesgo al delfín rosado, sino a cientos de especies más.
fuente:Jhoan Ticora Sánchez. Radio Nacional de Colombia Llanos.
foto:fundación Omacha