En caso de aprobarse el proyecto de Ley Ana Cecilia Niño, las fábricas tendrán cinco años para cambiar de materiales. La Contraloría le ha dado fuerza a la iniciativa, pero habrá que ver si no termina hundida en el Congreso como ha ocurrido ya siete veces.
Aunque el proyecto de Ley 61 de 2017, denominado Ana Cecilia Niño fue aprobado en la Comisión VII del Senado en primer debate después de siete intentos fallidos, parece que, como sucedió con las anteriores iniciativas, no hay suficiente esfuerzo legislativo para su aprobación.
Y es que el ente de control asegura que es necesario darle un empujón legislativo a este proyecto de Ley que le rinde un homenaje a Niño, una de las víctimas mortales de este mineral. No es para nada despreciable que existan 540 casos de cáncer de pulmón asociados a la exposición al asbesto. En un informe de la entidad se advierte que el proyecto podría quedar otra vez a medio camino en los próximos meses.
Aunque la Ley cuenta con el apoyo de los ministerios de Ambiente, Salud y del Interior, aún le falta un largo camino por recorrer. Deberá superar otro debate en la Plenaria del Senado y luego hacer el recorrido correspondiente por la Cámara de Representantes. Toda una maratón, pues tendrá que ser aprobada máximo en julio (antes de iniciar la próxima legislatura), si se quiere dar por terminada esta batalla de 11 años.
La idea de prohibir por completo el uso de asbesto para la producción industrial, sobre todo en la construcción y en el negocio de vehículos, se dio por primera vez en 2007. Hoy, 11 años después, el país no ha logrado implementar un esquema legislativo que pase de su implementación segura en la industria a su prohibición total. Hasta el momento solo las personas que trabajan en la explotación minera de asbesto o en las fábricas que lo procesan, deben seguir los esquemas de seguridad emitidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para disminuir los efectos que produce sobre su salud. Pero cosa muy distinta pasa con los consumidores finales y las personas que viven muy cerca de estas fábricas, pues continúan sin ninguna protección o advertencia sobre el impacto que el mineral en su cuerpo.
Sin embargo, para Jorge Estrada, médico de profesión y presidente ejecutivo de la Asociación Colombiana de Fibras (Ascolfibras) – donde están agremiadas empresas que usan asbesto como Eternit Colombia, Toptec e Incolbest-, desde hace más de 70 años hay alrededor de cinco millones de viviendas en Colombia techadas con estos materiales, pero esto no significa que sean casas de cáncer. “Uno de cada dos colombianos habita o ha habitado en casas techadas con estos materiales y a la fecha no hay un solo caso demostrado que asocie una enfermedad con el hecho de vivir en una de esas casas. Los casos demostrados están relacionados directa o indirectamente con los procesos de fabricación”, explica Estrada.
¿Cuál es su riesgo?
El asbesto es un conjunto de minerales fibrosos que son flexibles y al mismo tiempo resistentes al calor y la corrosión. Debido a estas características se utiliza con frecuencia en la fabricación de tejas, aislantes, pinturas, envases, textiles, partes automotrices e incluso en algunos alimentos. Su riesgo no está en la manipulación, sino en las fibras que suelta en el aire y que cualquier persona puede inhalar o ingerir.
Estas pequeñas partículas se pueden alojar en la tráquea, los bronquios y los pulmones, lo que podría causar una posible inflamación y dificultad para respirar. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la exposición al asbesto, incluido el crisotilo, causa cáncer de pulmón, laringe y ovario; también mesotelioma (cáncer de pleura o peritoneo) y asbestosis (fibrosis pulmonar).
Dado el peligro que representa para la salud todas las formas de asbesto, alrededor de 60 países de todo el mundo lo han prohibido, incluyendo todos los miembros de la Unión Europea. Según la OMS, la exposición laboral a este mineral causa más de 107.000 muertes anuales por cáncer de pulmón, mesotelioma y asbestosis.
En América Latina, solo Chile, Argentina, Uruguay y Honduras han eliminado su uso y comercialización. Lo alarmante es que Colombia es el sexto productor mundial y consume al año 24 millones de kilogramos de esta sustancia, lo que equivale a 0,49 kilos por persona, según Greenpeace. Se espera que en cinco años las empresas hagan transición hacia otros materiales, pero esto solo ocurrirá si se aprueba proyecto de Ley Ana Cecilia Niño.
Lo que viene
El Gobierno tendrá que contar con las medidas necesarias para contrarrestar los efectos económicos que se generarían. En este caso, el proyecto de Ley plantea que el Gobierno les otorgue cinco años para que, en el caso de las fábricas, cambien de materiales, y en el caso de las minas, no vuelvan a explotar asbesto. El otro gran reto será que los empleados de estas empresas sean reubicados sin ser despedidos.
Las principales fábricas que entrarían en este proceso son las empresas agremiadas a Ascolfibras. Aunque algunas de ellas usan materiales diferentes al asbesto para fabricar sus productos, como es el caso de las tejas de plástico fabricadas con PVC y polipropileno que produce Eternit Colombia, hacer la transición completa a otro tipo de materiales es complejo porque genera un mayor costo.
“Fabricar con fibra sintética puede ser más costoso porque son fibras hechas por el hombre. En algunos casos son controladas por monopolios, entonces su producción es limitada. No existe capacidad para abastecer todo el mercado y por eso adquieren un costo superior que se transfiere al precio final del producto”, explica Jorge Estrada.
¿Cómo reemplazarlo?
Según Greenpeace se plasman diversas alternativas para sustituir el asbesto en la industria. “Se pueden fabricar tejas de hormigón ligero utilizando cemento, arena y grava; y, opcionalmente, fibras vegetales disponibles como el yute, cáñamo, sisal, palma de nuez, fibra de coco, kenaf, y pulpa de madera. Tejas para techos en hierro galvanizado y arcilla son otros materiales alternativos”, se lee en el documento.
En México, por ejemplo, un grupo de estudiantes del Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Tabasco (CECyTE) fabricó una lámina biodegradable a partir de la fibra del plátano. El proyecto, que se conoce como Lambio, inicia su proceso de producción con la recolección de los plátanos, los cuales se limpian y después pasan por un método de troceado y molienda para obtener la fibra, explicaron los investigadores.
Fuente: Semana