Por: Deisy Olaya Quintero – Comunicadora Social- Periodista.
Por estos días los colombianos estamos sufriendo graves afectaciones con la ola invernal, como consecuencia del fenómeno de la Niña, que se viene presentando desde el primer semestre del año 2022. Con lluvias intensas,desbordamiento de ríos y deslizamientos de tierra, se predicen, según el IDEAM, para los siguientes tres meses, precipitaciones superiores al 20%, por encima de los promedios 1991-2020, en gran parte de la región Caribe, norte y centro de la región Andina y Piedemonte Llanero.
Si bien es cierto, el calentamiento global, es una de las problemáticas más transcendentales de la humanidad en estos tiempos; y es que, como sabemos, el incremento de los gases del efecto invernadero ha generado que la temperatura del planeta siga en aumento y ya los investigadores y expertos en el tema prevén que para el año 2050, la temperatura del planeta tendrá dos grados centígrados más.No obstante, los efectos de este aumento ya son evidentes; con la inundación de las ciudades costeras, el deshielo de los glaciares, la desertificación de zonas fértiles y la propagación de huracanes; el planeta tierra reclama a la humanidad su inconsciencia.
Por su parte, el sector agrícola del país se está viendo seriamente afectado, pues muchos agricultores no tienen la capacidad de manejar efectivamente el riesgo y de adaptarse a las fluctuaciones climáticas, los cultivos están excediendo la cantidad de agua requerida, los insumos están escaseando, y los precios de los alimentos cada vez están más elevados.Cabe recordar que los pequeños agricultores representan la mayoría de producción de alimentos en Colombia; un informe de investigación internacional de política alimentaria, realizado en Washington D.C, proyectó quedesde el año 2000 y hasta el 2050, el cambio climático conlleva efectos biológicos sobre el rendimiento de los cultivos, efectos indirectos a través de cambios en la disponibilidad de agua de riego y alzas en los precios de los alimentos.
Este informe señala, que los cultivos agrícolas más importantes como el arroz, el trigo, el maíz y la soja aumentarán en precios por el crecimiento demográfico y la demanda de biocombustibles, con porcentajes superiores al 60 %, más aumentos adicionales dados por el cambio climático. Así las cosas, el arroz, aumentará en un 62 % (sin tener en cuenta el cambio climático), el maíz en un 63%, 72% la soja y 39% el trigo; el cambio climático da como resultado aumentos adicionales, siendo el maíz el de mayor incremento con un porcentaje entre el 94 y el 111%. Así mismo, la ganadería se ve indirectamente afectada, dado que el aumento de precio del forraje aumentaría automáticamente el costo de la carne.
En hora buena, el nuevo gobierno promete reformas económicas y sociales enfocadas en la descarbonización, reforestación y la transición energética; como ejes fundamentales para contrarrestar los graves efectos del calentamiento global. Por su parte, la ministra de Agricultura, Cecilia López llevó a cabo el Comité de Adaptación y Prevención del Riesgo Agroclimático, el pasado 17 de agosto, como consecuencia de la preocupación que generan estos efectos ambientales y por supuesto, la extensión del fenómeno de la niña, que podría causar altas pérdidas en el sector agrícola y pecuario del país. La idea inicial es establecer un mapa de riesgos, para aplicar acciones inmediatas que contribuyan a contrarrestar dichas pérdidas.
Finalmente, a manera de reflexión, sí existen alternativas individuales y colectivas que pueden de alguna manera contribuir positivamente ante esta situación medioambiental, tal como lo señala el Dr. Edmundo Muñoz ,académico e investigador del CIS de la UNAB (Centro de Investigación para la Sustentabilidad, de la Universidad Autónoma de Bucaramanga); – preferir la bicicleta, en lugar del automóvil; el transporte público también contribuye, disminuye hasta el 50 % de las emisiones de gases de efecto invernadero en comparación con el uso del automóvil particular; evitar en lo posible los viajes en avión, estos contribuyen en mayor cantidad a la huella de carbono individual; incorporar energía solar en las viviendas, cada vez son más accesibles para la electricidad y calefacción de agua; elegir electrodomésticos eficientes, es decir con etiquetas de eficiencia energética A; utilizar en patio o espacios del hogar para cultivar hortalizas y producir compost( abono); disminuir el consumo de productos de origen animal, especialmente carnes rojas, estas y sus productos procesados representan la principal fuente de generación de GEI en las dietas alimenticias, por ejemplo, un kilogramo de carne genera aproximadamente 27 kg de CO2.